Terciopelo: la voz lacónica, de Ricardo Fuentealba-Fabio

7 de noviembre de 2022


Bajo la curaduría de Carlos Javier Núñez, se presenta en la Galería de Arte del Centro de Extensión de la Universidad Católica la muestra Terciopelo: la voz lacónica, del artista Ricardo Fuentealba-Fabio. Exhibición construida a partir de pinturas, dibujos y collage que presenta una atmósfera de espacios en torno a sutilezas en la oscuridad del cuarto privado del autor que intenta meditar en torno a problemáticas existenciales.

Terciopelo: la voz lacónica, de Ricardo Fuentealba-Fabio. Galería de Arte, Centro de Extensión UC, disponible hasta el 25 de noviembre de 2022. 

Obras, en general, de manchas acromáticas, con tensiones de color gráfico revelan la necesidad de la mirada táctil y presencial. El autor da ejemplos de algunos temas al sostener que: “se asoma la máscara de un Kaonashi negro, que recuerda “El viaje de Chihiro”; la silueta de un Batman negro difuminado en tres cuadros; rinocerontes negros camuflándose; pájaros negros,  insectos negros, nubes negras, rostros negros, calaveras negras y fuegos y juegos que brotan desde sensaciones azabaches, como recreando este periodo de encierro donde la luz fue esquiva y hubo que buscar en la negritud nuevas formas, nuevos sentidos. Aquí, a través de cada obra, explota la atmósfera de estos años de sindemia…”.

Al recorrer “Terciopelo: la voz lacónica”, la cercanía física con la pintura resulta esencial, como también la ubicación desde dónde se mira cada pintura. Así, en piezas como el Tríptico del Murciélago negro –dependiendo de la proximidad y el ángulo de la luz–, van asomándose las diferentes referencias con que Fuentealba-Fabio une contingencia mundial y su propia biografía: “Estas obras están enmarcadas en un contexto de cuarentenas en varias ciudades europeas y Santiago. En el tríptico mencionado, por ejemplo, hay una referencia a Batman –y flores de carácter carnívoro–, porque mi padre es dibujante de historias gráficas (El Conde de Maturana, como una imagen icónica del under en dictadura), pero también responde a cómo durante el inicio de esta pandemia los murciélagos fueron vistos como los culpables de la transmisión del virus. Quise transmitir la idea de culpar a otros seres vivos de algo que probablemente nosotros, los humanos, somos responsables. Esta exposición no solo está desarrollada en el encierro, sino que trabaja con esas problemáticas asociadas a la peste que nos afecta.”

 


 


El terciopelo y las estelas…

I

Esta exposición nace, en su gran mayoría, en el encierro –en Valencia, Berlín, Svedje, Varsovia, Las Palmas de Gran Canarias y Santiago de Chile–. Emerge bajo presión. Impaciente, llena de incertidumbre.

En esta ocasión exhibo solo parte de la salida del agobio que graduaba las horas, antes y después del mediodía, en la mesa del almuerzo –literalmente–. Obras de estados de existencia, casi todas de una sola sesión en las que el límite, entre lo plano y la representación volumétrica, daban algunas pistas del contenido del tema: la vigilia o lo hierático, la mancha como utopía actual, la carbonización de las atmósferas gráficas, la persona es la máscara, etc. Todo al interior de una práctica que intenta comprender lo ambiguo en el contexto de flirteos constantes con la abstracción.

II

De la superficie de las obras me interesa ese terciopelo que da la materialidad; esa sensación de la suma de las múltiples capas de la estancia en la mancha y de la mirada que se despliega en la zona en la que me instalo hasta fijarla en la hoja/página/lienzo, como si fuera un lago seco que absorbe la lava. Busco máculas en el plano vacío, a partir de huellas superpuestas que absorberán la caída de la mirada en el lugar donde no regresa la luz, a veces la poca luz que necesita mi mente. Así en ella, elaboro el textil primario de sensación muy acotada, circunscrito en la propia noción de realidad que se deshincha hasta caer sin regreso –insisto–. Vuelvo y repito, observo el eco sistemático de la voz tiznada, de una presencia que asocio privadamente a imágenes de muchos lugares, y en especial a culturas en aparente desconexión. En la exhibición, un enmascarado mexicano –a partir de una obra del año 2000 de Jorge Ballester, integrante del Equipo Crónica– o el rostro negro sobre negro japonés –Kaonashi, El viaje de Chihiro–, o una máscara souvenir africana –probablemente de Malí pero comprada en Marruecos–, o muchas otras imágenes que normalmente arrojan sus propias piedras al agua, y que dan alguna señal a la pregunta sobre el nacimiento de algunas de mis intenciones.

III

Las circunstancias vagas de las ideas iniciales buscan la sombra, que a veces es la del dibujo y otras la de la pintura sorda, son la opaca apariencia de las capilaridades nerviosas inversas a una sinopia señalada por el oficio del que vigila cada detalle. De esta manera, estas breves sagas, son páginas de obras que tienen tramas poco definidas para el contexto cotidiano social y político y, por ende, problemáticas esquivas a juicios certeros, al parecer evasiones. Entonces, toda esta intención de sublevarse al exceso de control de lo urgente amortigua la espera del ser, que es la retina que balbucea siempre la lectura a ojos cerrados y fijos. Aquellos globos oculares que caminaban llenándose de aire de las cosas vividas para luego cederlas para una propia visión de mundo. Ojos que leen en braille el contexto sismográfico revelado, erupción permamente que se oxida en su latencia. Así, de este modo, construyo una imagen de la geografía de la sensaciones. Voy siguiendo el afán metafórico del arqueólogo que indaga en su propia psiquis motivado por la curiosidad: pienso constantemente que la idea de realidad que me interesa es pura vibración y transtoriedad, a pesar de que la logre fijar en imágenes de ascendencia popular.

IV

La inalterable necesidad de comprender la domesticación de todo hace de lo realizado una biografía con poca certeza de lo que es lo natural; es más, es la propia biografía –grafía de su vida– la que define lo artístico como un campo reducido, contextual y transcultural, un marco fértil que habla escurriéndose de los procesos esenciales de lo que nos diferencia. Por lo anterior, podría explicar que a través de estas siluetas negras, de estas sombras mudas, que dialogan en el tiempo, asumo ciertas velocidades y algunas contradicciones propias de las influencias de raíces comunes de carácter público y estético, tal como lo insinúo en el párrafo anterior. En esta encrucijada, que tensiona la búsqueda, camino con elegancia y sigilo; así, por ejemplo, pongo especial atención al resultado final de las superficies; análogamente, veo el tornasol sobre la pintura negra, como la transparencia necesaria para representar estelas lapidarias con inscripciones corroídas que no alcanzan a develar el misterio –la certeza inestable que la intuición develada con algunas formas orgánicas–. Entonces, la pintura evoca la talla líquida sobre la tela como en la obra Tríptico del murciélago negro o Tres flores carnívoras. En estas pinturas azabaches reviví la necesidad de estar en un registro muy acotado, en un racconto insigne que he mirado más de una vez…

V

Para incrementar la experiencia que dará el nuevo cuerpo, el deseo como dibujo, el anhelo imaginado, escribo después de la práctica: territorio pausado, congelado, borroneado por chorreos controlados que evocan el espacio para el texto en un diálogo de una historieta –globo– o simplemente forma oscura que recuerda parte del tallo de una larga flor. Sin interés por la dependencia permanente a rasgos específicos, percibo mientras anulo la forma que da cuenta de un posible tiempo real tal como si mi voz emulara lacónicamente la inestable disfonía de la duda. Una muestra de ello es la latencia frágil de la superficie de la maceración sobre la hoja de papel, bajo la temperatura templada que provoca el roce insistente del carbón vegetal –del tipo que se amalgama con la arcilla y aglutinantes en su producción industrial–. El oscurecido profundo logrado en la imagen rememora la transición entre lo moderno y lo contemporáneo en tantas obras de arte ya vistas, sin lugar a dudas; sin embargo, asumo que la sensación atávica del parasiempre fósil, por sus características físicas, debe mantenerse, ya que la materialidad no agota lo contemporáneo, no hay técnicas más cercanas a una noción de tiempo que defina exactamente con que debemos representar el presente. Otra cosa es el riesgo propio de qué hacer con estas y otros soportes para la visualidad.

VI

Estas representaciones rodean mi pensamiento ubicado justo antes de los huesos; los mismos que sienten esa incomodidad intensa de la fractura con aquello que denominan la realidad formal que casi todos perciben y que se vislumbra como modelo para representar la oscilación de la identidad a la diferencia propia y del otro; por ello, busco en la fenomenología de la mancha el argumento del hacer del artista como artesano, que se manifiesta en una labor sencilla que entrega el tiempo sicológico de la espera que se necesita…

VII El vasto territorio interior que emana de esta serie de estos años entrega su aliento para que blanden entre preguntas sobre su derecho a ser contemporáneas a su tiempo. Las escenas de relaciones conceptuales, entre la mirada futura y la nostalgia, subyacen en el ejercicio que reconoce que el crepúsculo, de tono acromático, que es a su vez experiencia con derecho a ser una atmósfera que se debe rehabitar constantemente desde la misma pregunta que enunció hace años el pintor francés Pierre Soulages: ¿qué impulsó a los hombres del paleolítico a meterse en el lugar más oscuro que conocían para pintar? Hay, es cierto, un misterio tan evidente en esta necesidad renovada, que ya hoy aquello bordea el estereotipo por defecto del abuso. Se tiende a repetir una manera de concebir imagen que revela redundancia en quienes lo usan como alfabeto que no forja sus propias palabras: letras a la manera de otros… solo prejuicios. Sin embargo, creo que aún transpira agresividad a la contemplación sicológica de casi todos, que migra hacia estados personales que no se repiten. Por mi parte, cada vez que puedo revivo el peligro de la evasión de fácil sintonía que emite la forma sin relato. 

Ricardo Fuentealba-Fabio

 


Terciopelo: la voz lacónica
de Ricardo Fuentealba-Fabio
Galería de Arte, Centro de Extensión UC
Disponible hasta el 25 de noviembre de 2022

 

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